Vivir tu propia vida y no morir en el intento

Llegamos al mundo como parte de una historia que empezó mucho tiempo antes. Formamos parte de una familia y no de otra y esto que nos diferencia nos permite desarrollar nuestro sentido de identidad. 

Somos de los nuestros. 

Aunque saberse de los nuestros no siempre se vive bien. 

Nuestra herencia familiar viene repleta de historia, de logros y renuncias, de pesares y alegrías, de amor y a veces también de dolor.

Gran parte de los motivos que llevan a las personas a consulta tienen que ver con nuestra herencia familiar. 

Porque a veces heredamos creencias que de manera muy sutil nos mantienen leales a nuestro sistema familiar. Valores y actitudes que fueron necesarias en algún capítulo del pasado de nuestra historia familiar y que probablemente fueron imprescindibles para la supervivencia. Los heredamos como parte de nuestra identidad, como si nos garantizaran la pertenencia a nuestra familia. 

Mi madre, antes de morir me dijo “hija, ahora tú debes ser fuerte”. Ella también fue leal. En mi familia materna, las mujeres debemos ser fuertes. Así nos reconocemos. 

Pero hay un precio. Toda lealtad familiar comporta una renuncia. 

Vivir tu propia vida.

 

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