La Ayuda como profesión

Hasta dónde nos es permitido ayudar?

La relación de ayuda profesional lleva implícito un desequilibrio necesario, que conlleva una posición distinta en esta relación: los profesionales dan y las personas que atendemos reciben. No es una relación personal, sino que la mirada se dirige a un contexto mucho más amplio, que abarca lo posterior. Esta ayuda tiene límites, hay que verlos y respetarlos.

  • Solamente podemos ayudar a quien desee ser ayudado.
  • Solo damos aquello que podemos dar y las personas que acompañamos esperan y toman solo aquello que necesitan.
  • La ayuda contribuye a la evolución y al crecimiento y es necesario que se someta a las circunstancias difíciles o destinos dolorosos de la persona sin querer evitarlos o modificarlos. La ayuda tiene fuerza cuando admitimos las circunstancias de la persona y las afrontamos juntos.
  • Los profesionales no deben ayudar a las personas como si fueran sus padres. Y a veces es una tentación ya que algunas personas se quejan y exigen aquello que aún siguen esperando recibir de los padres. Situarnos en ese lugar es entrar en una relación larga y convulsa, destinada al fracaso. 
  • Debemos evitar caer en la “trampa” de estar de acuerdo con la queja o enfado de la persona que atendemos, ya sea hacia alguien de su sistema familiar o de las circunstancias de su propia vida. La ayuda debe estar al servicio de la reconciliación y no del conflicto. Si algo maravilloso tiene esta profesión es poder ver como aquello que permanecía separado en el corazón de las personas, se logra unir. Casi todo conflicto es el resultado del rechazo o separación de algo o alguien que no podemos integrar o aceptar tal y como es. 

La ayuda como profesión tiene que ver con la humildad. Tiene que ver con la renuncia al placer de saberse importante y necesario. Y por eso es esencial haber trabajado antes en nosotros mismos. Es esencial no estar en deuda con nuestra propia vida y circunstancias. 

Desde este lugar, la ayuda tiene fuerza y se expande, porque está libre de las expectativas de ayudar. Porque acaba justo donde la persona puede dar el siguiente paso, ni antes ni después, aunque esta aún no lo sepa.

Laia Pérez de Olaguer

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