A lo largo de nuestra vida, han habido partes nuestras que en algún momento tuvieron que protegernos para adaptarnos al mundo y a las circunstancias que hubieran.
Estas partes han aprendido a ser sigilosas, no son muy evidentes. Puede que exista un pacto que hicimos en su momento ante el dolor o l’adversidad. Como si fuera la letra pequeña del contrato con la vida, algo así como una promesa que diría “no volveré a abrir mi corazón” o “voy a mostrarme siempre fuerte” o “no necesito nada de los demás»…
Y ante tal promesa, desarrollamos una parte de nosotras que vela para que así sea.
El reto es poder tomar consciencia de estas partes que estuvieron al servicio de nuestra supervivencia y darles el lugar que les corresponde para ofrecernos a la vida con todo nuestro potencial.